Este evento eleccionario en Puerto Rico ha sido aleccionador. Hoy nos encontramos ante resultados que muestran un fuerte golpe al bipartidismo, insertando en el ruedo político y en la gestión pública del próximo cuatrienio diversidad, pluralidad y participación de sectores previamente excluidos. Sin duda representa un reconocimiento de que se gesta un cambio en el país, que muchos llevamos presenciando desde hace algunos años, pero que ahora decide entrar al escenario público. Independientemente de cuántos puestos terminen por ocupar estas alternativas políticas, estamos presenciando un cambio y será difícil ignorarlo o detenerlo.
Pero a la vez, al analizar los resultados electorales, podemos observar que hay una mayoría de los que votaron, que todavía se aferra a la tradición bipartita. Seguro muchos escucharon en las extensas filas de votación varios “¡Fuego Popular!” y expresiones de “rajar la Palma”. Son muchos los hermanos y hermanas puertorriqueñas que todavía reposan sus esperanzas en el PPD y el PNP como las mejores opciones para gobernar. No tapo el cielo con la mano de los grandes intereses que figuran en estas colectividades y cómo mueven votos bajo el compromiso de empleos, beneficios o contratos. Pero también hay un gran número de electores que, sea por tradición familiar, por miedo, por tratar toda elección como decisión de estatus o inclusive por nostalgia, apoyan a los dos partidos tradicionales.
El tiempo entre la elección y la fecha en que los funcionarios electos toman posesión a partir de enero transcurre a una velocidad vertiginosa. En algunas semanas comenzaremos a escuchar de los procesos de transición, de la condición en que se encuentra el gobierno y demás. El gobernador electo y los alcaldes estarán organizando sus planes de los primeros 100 días a la vez que van componiendo o recomponiendo, si son incumbentes, sus equipos de trabajo. Los legisladores designarán presidentes de los cuerpos, identificarán quienes ocuparán los puestos directivos de las comisiones y trazarán los primeros proyectos que quieren presentar para consideración. Las 24 horas del día no serán suficientes para poder tener todo listo para su entrada en enero.
Todos estos aspectos procesales y sustantivos son importantes. Sin embargo, resulta aún más esencial el que cada funcionario electo dedique tiempo para reflexionar sobre lo que implica el resultado de esta elección. Primero que nada, debemos entender que la elección por mayoría es el método imperfecto que hemos podido diseñar los seres humanos para elegir personas en una democracia. Y es imperfecto porque la democracia implica el gobierno del pueblo, de todo el pueblo. No el gobierno de la mayoría.
Por esto hay que ser conscientes de las limitaciones que presenta el método de elección que empleamos y no malinterpretar lo que no representa. En el caso de Puerto Rico la elección que define hoy puestos claves como la gobernación, comisaría residente, algunas alcaldías, así como legisladores, se basa en el apoyo de mucho menos de la mitad de los electores que participaron. Esto imprime mayor importancia a entender que la elección por mayoría no implica un gobierno para la mayoría en el que se descartan las prioridades de las minorías pues, sumadas, en esta ocasión, esas minorías son mayoría.
Así que, por un lado, los funcionarios de partidos tradicionales que se aferran a un estilo de gobernar para los unos pocos, deben aprovechar estos dos meses para desaprender malas costumbres y reaprender lo que implica esta nueva era en la política puertorriqueña. El estarse repartiendo puestos y contratos entre los suyos, tomando decisiones en cuartos oscuros, favoreciendo grandes intereses y entorpeciendo la transparencia, no responde a la intención del pueblo, ni le sirve bien al país. El gobernador electo, así como los que resulten presidentes de los cuerpos legislativos, si desean tener un cuatrienio productivo y de progreso para todes, deberían incorporar en su gabinete, así como en la dirección de comisiones, personas de todas las posturas políticas representadas. Esto ayudaría a trazar puentes de confianza y comunicación entre los diversos sectores y posibilitar adelantar agendas comunes.
De igual forma, aquellos funcionarios que representan minorías deben entender que vienen a trabajar para todo el país, incluyendo aquellos con quienes guardan grandes diferencias. Tienen la gran responsabilidad de mostrar formas alternas de ejercer el servicio público a las que hemos estado sometidos bajo el copo bipartita. No pueden caer en la trampa de asumir estilos, como los adoptados por los partidos tradicionales, y menospreciar el sentir de personas que piensan distinto. Si se quiere aumentar apoyo para continuar renovando el quehacer político de manera que haya mayor justicia y equidad, se debe proceder a educar y a eliminar miedos y mitos que pueden limitar el pensamiento libre y objetivo. Hay que buscar sumar, no restar.
Con lo expresado en las urnas el pueblo ha elevado la vara de lo que espera de sus funcionarios electos. El pueblo, sabiamente, busca corregir la imperfección que implica la elección por voto mayoritario al no conferirle una verdadera mayoría a ningún partido. Requiere gran madurez y calibre político cumplir con tal expectativa. Esperemos que estén a la altura.