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La humareda comienza a asentarse

Durante el mes de julio el pueblo puertorriqueño reclamó y logró la salida de Ricardo Rosselló como gobernador de Puerto Rico. Sobre quinientas mil personas  se lanzaron a la calle bajo el lema #RickyRenuncia. Otras tantas más expresaron su sentir de rechazo al entonces mandatario por medios sociales y comunicaciones oficiales de organizaciones y entidades. El apoyo a su salida fue abrumador. La gente expresó su indignación ante el desprecio al pueblo, la homofobia, el sexismo, la insensibilidad y la persecución que se destiló en el chat. De igual manera el pueblo expresó diáfanamente su rechazo a la corrupción, al enriquecimiento de los amigos de la casa, a utilizar la estructura y el dinero de gobierno para adelantar la agenda partidista.

Acorralado en lo que aparentaba un callejón sin salida, Rosselló anunció su renuncia pero la hacía efectiva nueve días después. Ante una vacante en la posición de Secretario de Estado, Rosselló tenía dos alternativas: o dejaba desocupada la posición de Secretario de Estado para que la Secretaria de Justicia asumiera la gobernación, según dispone la línea de sucesión constitucional, o designaba a un Secretario de Estado para que en ese periodo de nueve días fuera confirmado con el consejo y consentimiento de Cámara y Senado. No vinimos a conocer la ruta que tomaría el ahora exgobernador hasta apenas dos días antes de que se hiciera efectiva su renuncia, cuando designó a Pedro Pierluisi como Secretario de Estado. Nadie conoce qué hizo Rosselló en esos nueve días luego de anunciada su renuncia. Nadie sabe qué negoció. No sabemos cómo surgió la selección de Pierluisi.

Llegada las 5:00 de la tarde del viernes 2 de agosto, cuando se hacía efectiva la renuncia de Rosselló, Pierluisi solo contaba con la aprobación de la Cámara de Representantes para el cargo de Secretario de Estado. El Senado de Puerto Rico aplazó para el lunes 5 de agosto la vista sobre la designación. Sin embargo, sin contar con la anuencia senatorial, Pierluisi juramentó como Gobernador de Puerto Rico.

Una lectura de nuestra Carta Magna hace evidente que a Pedro Pierluisi no le correspondía asumir el cargo de gobernador a las 5:01pm del viernes 2 de agosto. Sin el consejo y consentimiento del Senado, Pierluisi no es un Secretario de Estado en propiedad y menos puede convertirse en gobernador en propiedad. El tiempo simplemente se le acabó y no se completó el proceso. Es evidente que Rivera Schatz aplazó para el lunes la vista de confirmación como estrategia política, pero si Rosselló quería que se completara el proceso de evaluación antes de su salida debió haber hecho la designación con mayor antelación.

Y no hay que ser abogado para saber que una ley no puede ir en contra de lo que dice la Constitución. La Ley 7 de 2005, en la que ahora todos los que defienden la juramentación de Pierluisi se amparan, es inconstitucional. Los refiero a una columna que publica el abogado Alvin Padilla Babilonia el 3 de agosto de 2019 sobre el tema y de igual forma a la opinión del profesor constitucionalista José Julián Álvarez.  Utilizar la Constitución cuando conviene y obviarla cuando no, es un claro ejercicio autoritario y antidemocrático.

En los días de las protestas masivas el superintendente de la Policía apagaba la Constitución cerca de la medianoche dando por terminada la expresión ciudadana mediante el lanzamiento de gases lacrimógenos y balas de goma. Ahora vemos cómo Rosselló y Pierluisi, decidieron apagar la Constitución para dar paso a que este último ocupe la silla de gobernador sin que le corresponda. ¿Cómo es posible que ninguna figura política haya tenido listo un recurso de Quo Warranto el viernes para radicar en el Tribunal ante el escenario evidente que se avecinaba y así evitar que Pedro Pieluisi ocupara una silla que no le corresponde? Algunas respuestas surgen si evaluamos las discusiones y posiciones expresadas en los pasados días por parte de ciertos sectores de nuestra sociedad.

Aunque el país se proyectó en julio como uno solo bajo el reclamo de salida de Rosselló, comenzamos a ver en días recientes que las motivaciones de unos y otros no eran las mismas. Por ejemplo, desde el primer momento en que Pierluisi se dirigíó al país la noche del 2 de agosto vimos cómo analistas, medios comerciales y “opinion makers” comenzaban a enaltecer la figura de Pierluisi aludiendo a su control escénico, su buen manejo del inglés, su porte de gobernador. ¿Era eso lo más importante a discutir ese día, lo superficial? ¿Dónde quedó el análisis de las posturas y actuaciones de Pierluisi, el factor que es un cabildero, que hasta el jueves era abogado de la Junta de Control Fiscal, de los claros conflictos de interés que quedaron expuestos en la vista cameral, así como los intentos de descarrilar investigaciones legislativas? Todo esto se barrió debajo de la alfombra.  

Entre sábado y domingo hemos visto el desdoble de este mensaje superficial bajo el lema de que el país necesita estabilidad junto con el discurso de miedo de que si no es Pierluisi, sería Rivera Schatz. El miedo es la herramienta preferida de los políticos, expolíticos, el sector económico y todos aquellos que buscan controlar la opinión pública.

Comenzamos también a presenciar la activación de nuevas cuentas de troles en Twitter para defender a Pierluisi y atacar a todo el que difiere, cual si los mismos personajes del “Rickychat” estuviesen todavía detrás de todo el operativo de manejo de opinión. Por eso tenemos que preguntarnos, ¿quiénes son los que llevan la antorcha del mensaje de “estabilidad” y tratan de sembrar miedo? De primera instancia sabemos que hay un establishment político y económico que si bien puede haberse unido a la solicitud de salida de Rosselló, lo hacía no motivado por la denuncia del pueblo, sino porque se estaban afectando sus intereses. Para estos, la figura de Pierluisi significa la protección y la ampliación de sus posibilidades. Y no debe sorprender que estos busquen el restablecimiento de estructuras de operativos e influencias similares a las que salieron a relucir en el chat. Entre las preguntas que debemos plantearnos es, quién se posiciona para ocupar la silla de Elías, porque alguien la va a ocupar.
 
En contraste, las comunidades que llevan batallando contra las operaciones y las cenizas tóxicas de AES, los pensionados, los universitarios y tantos otros sectores que se han visto golpeados por las medidas de austeridad impuestas, con el fin de pagarle a los bonistas, quedan tan o más expuestos con Pierluisi que bajo el mandato Rosselló.

La estabilidad que el pueblo reclama es aquella que se logra a través de la transparencia y la justicia. Aquella que se logra poniendo fin a  los estilos de gobierno dirigidos por la corrupción, el partidismo y el inversionismo político.  La estabilidad que el país reclama no se basa en cambiar una figura para asegurar que en realidad nada cambie. Alguien que trata de usurpar el poder está automáticamente descartado.

La humareda de las manifestaciones de julio comienza a asentarse y en ese proceso comenzamos a distinguir quién es quién.  

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