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​Mucho más que una renuncia

La salida de los funcionarios designados resulta insuficiente. Las cancelaciones de contratos no bastan. Aquí hay que buscar que KOI y todas las empresas involucradas restituyan el dinero de sus contratos con el gobierno. La renuncia del Gobernador, aunque necesaria, se queda corta. Aquí hay que detener y revertir las decisiones que tomaron estos individuos. Aquí hay que suspender las escuelas charter, las medidas de austeridad, los procesos de venta y privatización del servicio público. Aquí hace falta que los buenos puertorriqueños y puertorriqueñas ocupen el espacio que estos malandrines han tomado de rehén.

El cambio de mando inmediato es el primer paso necesario por lo que no podemos permitir que vengan ahora a tratar de convencernos de que la renuncia del Primer Ejecutivo tendría consecuencias nefastas. De igual manera no podemos aceptar que nos digan que el otro partido lo hará mejor. De que su comportamiento se distanciará de las intervenciones indebidas, del clientelismo, de gobernar para los suyos, de maltratar y condenar al que difiere. La hoja de presentación de ambos partidos indica lo contrario y por más escarmiento que parezca esta situación no he escuchado de ninguno todavía que exprese intención de una reflexión profunda sobre lo sucedido.
Sin cambios radicales a la gobernanza, a la estructura política y electoral, a la rendición de cuentas, a la transparencia y a la participación pública quedamos tan expuestos como hoy a estos desmanes. Sin instituciones que puedan mostrar capacidad, integridad y fuerza en su ejecución tendremos una Junta Fiscal, de también cuestionable aptitud,  que tratará de ocupar el espacio con una agenda ideológica que en nada considera el bienestar del país y que solo persigue el repago a bonistas.

Llegó la hora de los cambios radicales a la forma en que se gobierna. Llego la hora de descartar la división partidista y de buscar la unidad, la colaboración que nos distinguió en los momentos más difíciles luego del huracán María. No aceptemos  la discordia que tratarán de imprimir los partidos. El único propósito de estos es la ventaja política, no la reforma. No aceptemos que el partido en poder determine en un proceso excluyente y a puerta cerrada los próximos pasos sin escuchar ni consultar al pueblo que no sale de la indignación. El momento requiere que todos y todas, fuera de estructuras partidistas, actuemos a la altura de las circunstancias y comencemos a exigir y forjar el Puerto Rico que nos merecemos.

Le hemos estado confiando la llave de nuestro país a unos bandidos que lo que han hecho es profanar ese lugar sagrado que llamamos Puerto Rico. No entienden lo que es el bien común, el respeto, la solidaridad, la decencia. Se mofan del débil y atacan al que difiere. Desprecian a la mujer y ridiculizan a cualquiera que no sea como ellos. Un Boys Club de macharranes, arrogantes, prepotentes e ineptos cuyo único objetivo es culminar su paso por el gobierno en mejor condición económica que cuando iniciaron. Entran en Toyota y salen en Jaguar. En un sistema de mérito ninguno hubiese alcanzado la posición que ostentan.

Yo he conocido a los Sobrino, a los Rosario, a los Elías de tiempos pasados… a esos que se pasean por los pasillos con el aire de intocables porque son parte del Boys Club. A esos que chatean con el Gobernador como si fuera un pana cualquiera. A esos que, sin ostentar cargos, convocan y dan instrucciones a jefes de agencias trastocando el más básico funcionamiento gubernamental. Si espeluznante ha sido leer las páginas del chat, más espeluznante es lo que no escriben. Lo que hacen tras bastidores, lo que acuerdan en reuniones oscuras, lo que comentan cuando solo ellos son la audiencia.

El chat permite al público en general adentrarse a lo que se ha convertido la vida en La Fortaleza: un lugar pantanoso. Los funcionarios y políticos dicen una cosa públicamente para las gradas para solo virarse y hacer otra. La defensa que en ocasiones proyectan de derechos humanos, de derechos de la mujer, de la comunidad LGBTTQ responde a movidas de ventaja electoral, no a un entendimiento o convicción  sobre estos temas. 

Uno valida esta doble cara cuando se niegan a proveer información pública sobre sus decisiones, cuando la ira los sobrecoge ante una manifestación en La Fortaleza demostrando su incapacidad de entender lo que es la expresión pública, cuando activan toda la maquinaria para tratar de manipular titulares y ángulos en la cobertura mediática.  A los que no comulgan con ellos los tildan de traidores, de no ser leales al gobernante. Como siempre he dicho, la lealtad nunca puede ser al gobernante, tiene que ser al país.

Ricardo Rosselló podrá aferrarse a su posición y los legisladores podrán tratar de protegerlo, pero Ricardo Rosselló ya no es el Gobernador de facto del pueblo de Puerto Rico.

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